domingo, 26 de febrero de 2012

Arroz con bugre en Rinlo


A última hora me acoplé a la ruta programada por Balta para ir a Rinlo a comer el arroz caldoso con bugre de "A Cofradía", que tanta fama tiene. Madrugón al canto, por supuesto. Sábado a las nueve la mañana en marcha, hay que joderse. Pa matalu.


Junto a Balta, los fartones del Moto Club Asturias con los que tuve el gusto de rodar, comer y pasar un buen rato fueron: Notime, Luis, Emeka, Pikimieres, Danimel y Jass. Además, Joaking El Intrépidu nos esperaba en el restaurante, y por el camino hasta Pesoz algún compañero más rodó junto a nosotros, pero como ya sabemos que estoy como una cesta figos, no me acuerdo de quienes eran. Siéntese.


Vemos a Balta, sonriendo, satisfecho, henchido de orgullo, tras ofrecer a los presentes consejos paternales tales como "hijo, si fuma, chupa" y otras lindezas... PA-DRA-ZO.


Como siempre, la ruta más guapa es la que más curvas tiene, así que nos apretamos cerca de trescientos kilómetros, pasando por Allande (parada en la Allandesa incluida), Salime, Pesoz, Oscos... No hay mucho que contar del viaje, solo curvas a granel, carreteras húmedas, olor a cucho, culos doloridos... Por destacar algo, Balta, el road leader (vamos, nuestro Rudolph particular), casi se pierde en un cruce y poco después una urgencia femenina y una frenada inesperada hicieron que algunas unidades sufrieran una ECO. ¿Que qué es una ECO? Pues son las siglas de una expresión acuñada por mi amigo Merucu, concretamente "Experiencia Cercana al Ostión"; nada, un simple susto.




Al llegar a Rinlo nos sobraba una hora antes de poder ocupar nuestra mesa, tiempo que aprovechamos para tirar unas fotos, tomar el vermú y echarnos unas risas. Y aquí se destapó Pikimieres como experto sexador de pollos y como gran criador y logopeda de loros. Nos dio una lección magistral en ambas materias. Incluso, se rumorea que los tres cajones que lleva acoplaos a la BMW se transforman en atril y jaula de páxaros para dar las clases cuando el público es más numeroso.


Vemos a Pikimieres en plena exposición ante la atenta mirada de Notime


Nos pusimos a comer como marranos, deficientes tal vez. Y sabíamos que aquello ardía pero, como corderinos al matadero, nuestras lenguas se fueron quemando una a una. Se sentían los resoplidos por todo el pueblo. Pero la felicidad del grupo no era completa, a pesar de babear sobre las dos pedazo perolas de arroz que aterrizaron encima de la mesa, porque entre nosotros se encontraba un reciente yonki de la dieta Dukan que se tenía que contener ante tamaña tentación. La situación era crítica, pero apareció un platu de merluza en salsa de oricios para el caballero que hizo que cambiara el semblante radicalmente y, según parece, dejarlo bien fartucu. Ánimo y suerte con esa fuerza de voluntad.



Postres, cafés, chupitos... y el capador bajó de la gocha a eso de las cinco y media. Desgraciadamente, por compromisos previamente adquiridos, ni Notime ni yo pudimos hacer la vuelta con el resto del grupo, así que nos despedimos pertinentemente y nos tragamos cerca de ciento treinta kilómetros de autovía hasta casa (arrggg, qué coñazo).

Gran día de moto que debo agradecer a los compañeros. Me lo pasé como los indios. Lástima no haberme podido liar más. Que se repita pronto.


¡Que vos preste!

miércoles, 22 de febrero de 2012

Menú de Antroxu



Febrero está siendo muy productivo en lo que a jornadas moteras se refiere. Aprovechando que era festivo en Gijón, conseguí engañar a Patri para rodar un poco, así que nos disfrazamos de moteros malotes. La excusa era comer en algún concejo que ella no conociera y estuviese relativamente cerca. Buscando por Google localicé el restaurante El Llagarón, en Belmonte de Miranda, y para allí nos fuimos.

La carretera es de sobra conocida, sin nada reseñable salvo la agitación de mi pasajera cada vez que la aguja sobrepasaba la raya de 80; llega un punto en el que no te hago caso, cari, tómatelo con calma que no pasa nada.

Comimos de lujo. Un entrante para untar de queso de cabra con paté de cecina y mermelada de pimientos. No soporto el queso, pero lo otro estaba de rebañar el plato. Seguimos con carne roxa de la zona. Exquisito mi entrecot y los escalopines de ella, al cabrales (puntualización de Patri: nun ye cabrales sino peñasanta con nata). Detrás, frixuelos muy ricos, pero los de mi madre siguen siendo los mejores. Coronamos con un café y un cigarrín en la terraza del chigre, disfrutando del espléndido sol que nos acompañó durante todo el día.



Río Pigüeña a su paso por Belmonte, delante del restaurante


Como era temprano, seguimos camino de Pola Somiedo y por el camino se me cruzó el cable y me puse a subir San Lorenzo. Bendita ocurrencia. La carretera, de por sí, es una maravilla, pero la nieve de la cima elevó la diversión a la enésima potencia.




Tras media hora enredando con la nieve y haciendo fotos a retorcer, bajamos hacia San Martín de Teverga, esquivando un sacu de argayos, para tomar un café en Aladino, conocida y autodenominada casa del cabritu.



Carretera estupenda hasta Oviedo, donde empalmamos con la anodina autopista hacia Gijón, pues el frío ya se echaba encima y al paquete ya se le hacía largo el día.

Primer paseo largo con pasajero de la gesita, que se comportó como una campeona respondiendo sobradamente en todas las situaciones a pesar de llevar ciento y pico kilos al llombu. Una pasada de día.



¡Que vos preste!

sábado, 18 de febrero de 2012

El café en La Espina

Un sábado más, febrero nos ofreció una mañana fabulosa para salir a rodar. Y así lo hicimos.
Juntamos cinco motos. Desde Foro salimos tres, entre ellos Jopeso, un gallego subido en una custom que anda llorando por las esquinas para que le esperemos. Un tipo majo, tranquilo; no te importaría tenerlo de cuñado.

Tras comprobar que tengo que llevar la moto al taller (en caliente le cuesta arrancar y mucho) arreamos hacia Parqueastur, donde completamos el quinteto de hoy.

Serpenteamos por la carretera hasta Cadavedo para luego dirigirnos hacia Trevías y de ahí a La Espina. La carretera de la costa era peligrosa por la humedad del asfalto, pero un tramo de la nacional, pasado Trevías, da pena verlo. Se resume en baches y gravilla. Había que ir separado de la moto precedente para no andar constantemente comiendo las piedras que escupían las ruedas.

Sin más problemas, aparecimos en La Espina para tomarnos unos cafés y darle un poco a la húmeda.


Después nos separamos, unos dirección Avilés y otros Oviedo/Gijón por La Cabruñana. Y aquí, subiendo Cabruñana, se destapó Jopeso. Sí, el gallego customero que venía hoy diciendo que tendríamos que ir esperándolo, ese mismo que ya veías casao con la tu hermana. Pues de esperarlo nada. Una vez que se puso en cabeza, en el tramo Cornellana-Oviedo sacó la bestia que llevaba dentro y puso el trasto ese a volar como un caza. Vamos, que podíamos haber perdido todos los puntos del carnet cuatro veces en alrededor de cuarenta kilómetros.
Resumimos: cinco ociosos madrugan un sábado para ir a tomar el café a cien kilómetros de su casa. No, no estamos nada bien de la cabeza, pero lo pasamos teta.
¡Que vos preste!

sábado, 11 de febrero de 2012

Caldín en La Cabruñana

Mañana relajada y con cielo bastante despejado, pero fría, muy fría. Un día de esos en los que te pinga el mocu desde que asomas el focicu por fuera de la sábana.



En Gijón acuden a la cita Hypercompu y Luisete, gracias al reclamo de aparecer en este blog, faltaría más. Saludos hechos, ponemos rumbo a Luanco, donde nos esperaba Mawa haciendo ruido con un par de Akrapovic de esos que fabrican en el mismísimo infierno; cada vez que retuerce el puño, te taladra el cerebro.



Pasado Luanco, hacia Soto del Barco, la carretera reclamaba apretarles un poco más las orejas a las burras, pero eso hacía aumentar exponencialmente el frío y la cantidad de mocos pingando de la nariz, así que nos contuvimos bastante.

Iniciamos la subida a Cabruñana desde Cornellana con la sensación de llevar amputados unos cuantos dedos, incluso alguna otra parte de nuestra anatomía. Debo decir que los puños calefactables de la BMW hacen su labor y mis manos conservaban una temperatura aceptable para las condiciones que había hoy. Por supuesto, se lo restregué a los tres por la cara ;)

Una vez arriba, tras unas curvas bastante divertidas, comprobamos que ningún dedo se nos había perdido por el camino y solicitamos al chigreru cuatro caldos por vía intravenosa. El caldín de pescao nos calentó en un periquete y pudimos comenzar una animada charla que duró un buen rato.





¡Aysss, cómo brillan!

Advertidos por los parroquianos de la posibilidad encontrarnos hielo en la bajada hacia Grao, reculamos y volvimos por donde vinimos para acabar en el Arañón tomando una birra y disfrutando de unos cuantos rayos de sol de invierno que nos dejaron nuevos.



Desde el Arañón, Mawa ya se fue hacia Las Vegas y el resto nos volvimos a Gijón pasando por el túnel de Aboño, donde una vejiga inquieta hizo que me sobresaltara al no ver a los compañeroa por el retrovisor.

La mañana no dio para más. Fue un paseo perfecto para calmar un rato las ganas de rodar, que ya se me había olvidado lo bien que se lo pasa uno.

¿Merece la pena salir con este frío? Rotundamente, sí: motociclismo y masoquismo son dos palabras que se parecen mucho, por algo será.

Gracias a los tres por la compañía. Un placer rodar a vuestro lado.

¡Que vos preste!