lunes, 23 de junio de 2014

Zugarramurdi, Iparralde y Hondarribia.

Aprovechando que Patri descansaba el fin de semana, nos recomendaron ir al norte de Navarra, ver las cuevas de Zugarramurdi y cruzar al País Vasco francés (en euskera, Iparralde, que es más corto).

Fijamos el centro de operaciones en una casa rural de Ziga, en el valle de Baztan. Se llama Zigako Etxezuria, muy bonita, cómoda, limpia, rica comida casera, acogedora y, sobre todo, tiene una parrillona XXL en el jardín que puedes usar libremente. Obviamente lo de la parrilla me enteré estando allí, que si lo llego a saber antes, en lugar de ropa llevo las maletas cargadas de costillas.

La casa y la parrillona

Nuestra habitación.

La primera parada en el valle fue Elizondo, capital de la comarca, para tomar un cafetín. Sin mucho que destacar, salvo lo de toda la zona: casas preciosas y muy cuidadas, ikurriñas y los típicos banderines y pintadas pidiendo el traslado de presos. No vos asustar, no vais a pasar sed, si pides cerveza te la sirven y te responden en castellano, no muerden, no te miran raruno y no te contagias de nada.

Río Baztan o Bidasoa a su paso por Elizondo

Elizondo

Por allí nos encontramos un porrón de motos clásicas que, sin duda, venían en ruta desde Biarritz, donde ese fin de semana se celebraba el Wheels & Waves. Había alguna joya que daban ganas de adoptarla.

¡Esta pa mí!

Nos habían recomendado comer en el cercano pueblo de Irurita. No recuerdo el nombre del restaurante, que ni fu ni fa. Además, también se juntó allí el grueso del grupo que venía de Biarritz, que cogió a los chigreros por sorpresa y estuvimos esperando tres cuartos de hora por un café que nunca llegó. Pero comes, fartucas y no desguazas la cartera.

Tras descansar el resto de la tarde y de la noche en la tranquilísima casa de Ziga, nos levantamos el domingo con ánimos renovados y fuimos camino de Zugarramurdi. Otro pueblín muy chulo. Optamos por visitar primero el decepcionante museo de las brujas. Cuatro pavos y medio por ver un par de vídeos hablando de la Inquisición y poco más. A continuación, fuimos a ver las cuevas, que sí merecen la pena por el hecho de ser un monumento de la caprichosa naturaleza. Y ahora un consejo, querido motero que me lees. Si tienes intención de hacer el recorrido completo y es un día medianamente templado, llévate otro calzado y otro pantalón. Aquí, el incauto, con botas y vaqueros de kevlar, casi hay que recogerlo con pinzas del fondo de la cueva. Suerte que la chupa y el casco los dejé en las maletas.







Y hago un inciso para ciscarme en esos carapijos, comemierdas e irresponsables padres que permitieron a sus hijos entrar a las cuevas con un gomeru (tirachinas pa los de allende Pajares). Y no sólo eso, sino que dejaron que los retoños se pusiera a lanzar pedradas sin control. No llegaron a darnos, ni a mi ni a Patri. Sólo la mala puntería de los puñeteros guajes hizo que alguien no acabase con el gomeru metido por el culo.

Ya me despaché a gusto y aviso, querido lector, si ahora me vienes a decir que el párrafo anterior sobra, es inapropiado o que bla, bla, bla, puedes cerrar el navegador, irte a tomar por donde se empiezan los cestos y esterilizarte lo antes posible.

Un tentempié en un bar cercano y cruzamos la frontera en un par de golpes de gas. Nos detuvimos en Ainhoa, que fue nombrada hace unos años la villa más bonita de Francia. Llama la atención el cementerio, alrededor de la iglesia y en el centro del pueblo, tratado casi como un monumento más.

Ainhoa

Cementerio e iglesia de Ainhoa

Continuamos por Iparralde, pasamos un par de tachuelas y llegamos a San Juan de Luz. Unas cuantas fotos, un gaufre au chocolat y reanudamos la marcha camino de Biarritz.

De camino a San Juan de Luz

San Juan de Luz

Seguía luciendo el sol y terminamos la tarde dando vueltas por Biarritz, disfrutando de una ciudad preciosa a la que esperamos volver muy pronto. Muchas fotos, mercamos algún souvenir y volvimos a cruzar de nuevo la frontera, esta vez por Guipúzcoa.

Biarritz

Y más Biarritz

Llegamos a Hondarribia con intención de cenar y dentro de la muralla tenían montada una gran feria medieval. Había mucho ambientillo, pero los chiringuitos de comida eran bastante escasos en cuanto a variedad, así que vagamos un rato por la feria hasta encontrar un restaurante. El que encontramos fue el Sebastián, que me da la impresión de haber sido mucho mejor restaurante en el pasado, sin ser malo en el presente. No era idea de cena que teníamos en mente pero no estuvo mal del todo. La cena bastante buena aunque un pelín caro para lo que es. Yo no te lo recomendaría.


Hondarribia



Ya con noche cerrada, volvimos a Ziga lo más rápido posible para descansar. Muchísimo tráfico de camiones a toda hostia. Daba miedito y todo. Al día siguiente, nos despedimos de los dueños de la casa, muy majos, y nos obsequiaron con una botella de sidra (sagardoa) elaborada en el valle, que no es asturiana, pero fría entra muuuyyy bien.

Venga, majos, ¡que vos preste!

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